viernes, 5 de septiembre de 2008

Por los vientos de Guatemala

En Guatemala los barriletes pequeños son mencionados ya hacia principios del siglo XVII por el padre Tomás Gage, en su crónica intitulada “Viajes de Tomás Gage a la Nueva España y Guatemala entre 1625 y 1637”.

Tomás Gage entre sus acuciosas observaciones señala que para aquellos años, en el Valle de las Vacas, Pinula, Mixto, Valle del Rodeo, Amatitlán y Petapa, los niños y los jóvenes volaban un tipo de cometa llamado “barrilete” para los días del uno y dos de noviembre, como expresión propiciatoria de la conmemoración del día de los Difuntos. El padre Fray Francisco Vásquez, a medicados del siglo XVII, cronista de la orden franciscana, refiere como una costumbre evangelizadora franciscana el cuelo de los pequeños barriletes en los pueblos del altiplano occidental, aprovechando los vientos de octubre y noviembre, relacionándola también con el jubileo de los difuntos y los santos.

Sin embargo, hasta el momento no se ha encontrado el hilo histórico preciso de lso barriletes gigantes de San Agustín Sumpango y su pueblo vecino Santiago Sacatepéquez. Lo único que puede afirmarse, con certeza, es el hecho que dicha región formó parte de una provincia franciscana. Como hipótesis se puede inferir que los barriletes pequeños, que se volaban desde los tiempos tempranos para el día de los muertos, fueron adquiriendo un nuevo significado y reelaborados por los habitantes K’aq’chikels de Sacatepéquez, ya que , dentro de las cosmogonía prehispánica, también se celebraba un espacio dedicado a los antepasados en una ceremonia especial denominada “Watzakib Batz”.

Por otra parte, en el mundo prehispánico, las deidades de la muerte de “Xibalbá vinculaba esencialmente con “Ah Puch”, la cual moraba en el inframundo, necesitaba entrar en contacto y equilibrio con la deidad dual del supramundo representada por “Corazón del Cielo”, “Corazón de la tierra” y por Ixmucané, la Gran Abuela Formadora. Los rituales de comunicación, lo constituían ceremonias con “pom” y humo sacro perfumado que junto a las oraciones, se elevaban al cielo y se perdían en el infinito.

En particular esta ceremonia cultural era muy importante para la comunicación entre antepasados y vivos. Para los habitantes de Sacatepéquez fue posible ligar entre los pequeños barriletes que se elevaban al aire, elaborados por las familiar patriarcales y aquel ancestral humo sacro. Es indudable que la mano santa de la evangelización está presente en todo momento en estos procesos iniciales.

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